Me parece adecuado, para
comenzar este trabajo, utilizar un concepto teórico, el de ficción orientadora,
tal como lo describe Nicolas. Shumway. Parece adecuado para analizar el
recorrido que ha hecho el ajedrez escolar en los últimos veinte años en la
educación, orientado por diferentes ideales, que han ido marcando la forma de
desarrollar la actividad.
Dice Shumway, “Las ficciones
orientadoras no pueden ser probadas, y en realidad suelen ser creaciones tan
artificiales como ficciones literarias. Pero son necesarias para darles a los
individuos un sentimiento de nación, comunidad, identidad colectiva y un
destino común”, y cita a Edmund Morgan “El éxito en la tarea.......exige la
aceptación de ficciones, exige la suspensión voluntaria de la incredulidad...”
Es imposible tratar de ver
como operan estas ficciones sin pensar en la historia, en como ha ido
evolucionando esta actividad. Cuando a comienzos de los ochenta las
cooperadoras comenzaron a contratar profesores de ajedrez para que trabajen en
talleres en horario extra-escolar, la ficción orientadora de estos padres
era que, en la oscuridad cultural que reinaba con el gobierno militar, sus
hijos tuvieran una actividad donde pudieran jugar a pensar. Pensar en forma
distinta a la oficial seguía siendo una cuestión riesgosa. Que los chicos
tuvieran un espacio donde pensar y aprender a comprender planes ajenos
resultaba motivo suficiente para que se invirtiera en contratar profesores de
ajedrez.
El ajedrez forma parte de la
cultura de la Ciudad de Buenos Aires, de esa identidad colectiva. En nuestra
ciudad han pasado cosas muy importantes para la historia del ajedrez. En Buenos
Aires cayó el reinado del cubano José Raul Capablanca ante otro grande de la
historia mundial, Alejandro Alekhine, en la década del 20. Corria el año 1938,
y en nuestra ciudad se jugaba la Copa de las Naciones, nombre que llevaba la
actual Olimpíada, con todas las figuras de la época cuando en Europa se
declaraba la Segunda Guerra Mundial. Muchos de ellos eligieron la paz de la
Argentina, como Don Miguel Najdorf, otros se quedaron solo porque no tenían
donde volver. El hecho fue que a los buenos valores que existían aquí se
sumaron algunos de los mejores jugadores de la época, y el resultado fue una
amplia inserción en la sociedad, una amplia popularización del juego, que se
siguió practicando tanto en la clase alta como en los bares, los clubes, las
casas y hasta en las plazas. El auge máximo, a mi entender, lo tuvo en la
década del setenta, con el paso de Bobby Fischer en su camino al cetro mundial.
Era imposible, en esa época, comprar un juego de ajedrez; simplemente se habían
agotado todos los stocks.
La escuela debe ser agente
fundamental en la búsqueda y consolidación de una identidad cultural. Al
integrar valores culturales provenientes de la familia y de otras instituciones
sociales, como en el caso del ajedrez, está colaborando con la construcción de
esa identidad.
Lejos de quedar en una
iniciativa aislada de un grupo de padres progresistas de los 80, la idea de
incorporar ajedrez a la educación fue rápidamente imitada en el ámbito de la
educación privada y por otras asociaciones cooperadoras que contaban con
equipos de conducción abiertos a nuevas iniciativas dentro del ámbito escolar.
Ficción o no, todos creímos oportuno orientar a los niños en edad escolar hacia
una actividad que los haga pensar.
La respuesta fue una gran
aceptación por parte de los alumnos, que superaba los cálculos mas optimistas.
Por ese entonces nació un interesante espacio, como es el de los torneos
escolares. Es el lugar de la socialización, donde se conocen y se hacen amigos
niños de los distintos barrios de la ciudad, donde, como dicen Berger y
Luckmann, se internalizan submundos institucionales, donde debe abordar con un
yo formado en el proceso de socialización primaria una situación basada en
normas institucionales.
Ese espacio continúa en la
actualidad, movilizando hoy día cerca de 300 alumnos por sábado, en escuelas
públicas, pero abierto a los alumnos de la educación de gestión privada.
Habitantes de distintos barrios y de distintas clases sociales siguen
compartiendo los sábados en las escuelas.
En 1986 se produce un hecho
importante. La Secretaría de Educación de la Municipalidad decide hacer suya la
iniciativa, contratando algunos profesores de ajedrez para ampliar esta
novedosa propuesta lúdica a establecimientos escolares cuyas cooperadoras no
estuvieran en condiciones de afrontar los gastos de contratar un profesor. Al
poco tiempo de trabajar en escuelas menos favorecidas, con un alumnado mucho
más humilde al que era habitual por aquella época para nosotros, pudimos ver
con asombro como esos chicos competían con éxito contra otros que vivían en un
ambiente que parecía mucho más propicio para un juego intelectual. Quizás sea
allí donde nos aparece otra ficción orientadora fuerte, la de que si ponemos
dos niños frente a un tablero de ajedrez están en igualdad de condiciones, sin
importar su origen social. Si bien la ficción de la igualdad acompaña a la
educación argentina desde sus orígenes, la virtud que posee el ajedrez es tener
un costo mínimo, que lo hace accesible a grandes sectores sociales, y que el
resultado no depende de la calidad del producto adquirido para la práctica (una
mejor raqueta), sino que el resultado depende del producto intelectual.
Este proceso iniciado en
1986 recién se formalizó en 1991, cuando Ajedrez ingresó a las recién creadas
Instancias Educativas Complementarias, dándose una organización que no había
tenido hasta entonces.
Si como sostenía el Lic.
Daniel Filmus en la “XI Jornadas de Intercambio de Orientación y Salud
Escolar”, la contradicción que atraviesa la escuela, y que no es
esencialmente escolar, es la contradicción entre la inclusión y la exclusión, y
el lugar de la escuela es querer integrar lo que la sociedad quiere expulsar,
esta actividad recreativa y educativa ha mostrado ser un espacio privilegiado
para la integración.
“Las ficciones orientadoras
no pueden ser probadas, y en realidad suelen ser creaciones tan artificiales
como ficciones literarias. Pero son necesarias para darles a los individuos un
sentimiento de nación, comunidad, identidad colectiva y un destino común” dice
Shumway. En el caso de nuestra actividad, me atrevo a suponer que la ficción
que se pone en juego es la de ser inteligentes, por poder jugar ajedrez.
Este prejuicio que opera positivamente es un interesante motor para que padres
y docentes alienten a sus alumnos a practicar este juego. Para hacer honor a la
verdad, existen una importante bibliografía que intentan demostrar las bondades
que ofrece el ajedrez para los niños de edad escolar. Podríamos citar:
v
v Chess and Aptitudes by Albert Frank
|
v
v Chess and Cognitive Development by Johan
Christiaen
v
v Developing Critical and
Creative Thinking Through Chess by Robert Ferguson
|
v
v The Development of Reasoning
and Memory Through Chess by Robert Ferguson
|
v
v The Effect of Chess on Reading Scores by Stuart
Margulies
|
v v Étude Comparative sur les Apprentissages en
Mathématiques 5e Année by Louise Gaudreau
|
v
v Playing Chess: A Study of
Problem-Solving Skills by Philip Rifner
|
El problema que tenemos con todos estos trabajos es que están pensados
desde otros paradigmas teóricos, que no son los que circulan entre los
profesionales de nuestro medio. Investigan aptitudes espaciales, velocidad
perceptiva, razonamiento, creatividad e inteligencia general, para citar solo
una de ellas.
Parecen ser estudios exitosos, pero en ningún caso se cita que alguna de
estas experiencia haya desembocado en una enseñanza sistemática del ajedrez a
alumnos de escuelas. Surge una pregunta casi obligada; ¿por qué si este juego
ha demostrado ser provechoso, no tenemos noticias de desarrollo alguno en estos
lugares? Podríamos suponer que estaban pensados mas desde un aspecto científico
que desde una óptica educativa. Y esa visión docente es la que nos obliga a
pensar la situación desde otro ángulo.
Cuando nos preguntamos para
qué enseñamos ajedrez en las escuelas y decidimos el perfil de la actividad,
nos corremos del lugar del ajedrez deportivo, del que intenta sacar campeones,
aquel donde el triunfo es el único objetivo, o del lugar de un investigador,
que desea confirmar o desechar una hipótesis.
Este cuestionamiento acerca
del para que enseñamos ajedrez en las escuelas da origen a la ficción
orientadora que, según creo, es la mas original, la mas novedosa respecto a las
miradas anteriores. Esta ficción orientadora podría expresarse en estos
términos: Para nosotros, el juego de ajedrez es una herramienta para que los
alumnos ejerciten su capacidad de analizar racionalmente, para que aprendan a
pensar desde el lugar del otro, del contrincante, y asuman las bondades o
defectos de cada jugada, por haber sido esta una decisión propia.
De esta manera, con el
ajedrez escolar, intentamos convertir al tablero y a las piezas en una maqueta
para la toma de decisiones.
Podría agregar algo que se
desprende de lo anterior, y que está relacionado con la violencia. Partiendo de
la base de que la violencia surge cuando no hay lugar para la palabra, sería
necesario detenerse a pensar, y poner palabras donde no las haya, para evitar
los actos violentos. La práctica del ajedrez, que es un universo simbólico
similar a un lenguaje, opera de una forma semejante. Hemos observado que en
escuelas donde se manifiestan altos niveles de agresión, la introducción del
ajedrez, entendido como un elemento capaz de canalizar estos impulsos a través
de un juego simbólico, logra transformar esta agresión en agresividad
simbolizada. La propuesta es ofrecer un nuevo escenario, el tablero y las
piezas, para intentar hacer aparecer allí todos los impulsos agresivos que
habitualmente se manifiestan a través de lo corporal.
¿Cómo es pensar al ajedrez
como una herramienta educativa? ¿Cómo damos sustento teórica a nuestra práctica
cotidiana?
Miguel Soutullo, en El Ajedrez en la Escuela, hace una interesante
aproximación de las consecuencias de pensar al ajedrez desde el
constructivismo:
v
v “Concepción Evolutiva: si el razonamiento del alumno de complejiza
de manera progresiva debemos definir entonces cuáles son los contenidos que se
pueden aprender en determinado momento” Esto es sumamente importante para no perder
el interés del grupo y para no caer en la tentación de seguir el ritmo de los
más rápidos, perdiendo el interés de la mayoría. Esta concepción suele recibir
críticas del ámbito deportivo, ya que este tiene la mirada puesta en el alto
rendimiento, y suele costarle comprender que para nosotros el ajedrez, no es un
deporte, sino una herramienta educativa, destinada a que ejerciten su
razonamiento, y que la idea es que todos lo hagan, no solo los que obtienen
mejores resultados.
v
v “El concepto del error: El error ya no debe ser considerado
necesariamente como una falla en el aprendizaje, sino como un dato importante
sobre la lógica del alumno, y debe ser utilizado para comprender mejor el
proceso de enseñanza-aprendizaje.” El error en el ajedrez tiene un carácter
eminentemente constructivo, ya que es la contrastación de la hipótesis
elaborada.
v
v “El pensamiento como internalización de las acciones: Así
comprendemos que el alumno, más que estructurar su pensamiento por lo que es
explicado desde el exterior, lo hace a través de su experiencia en el juego”
v
v “El egocentrismo: Hace que el niño otorgue mayor importancia a sus
piezas o a sus posibilidades, y valore poco las amenazas o los planes del
oponente” La práctica del ajedrez invita a preguntarse sistemáticamente cuál es el
plan del otro. Esta particularidad del juego creo que es una de sus virtudes
más importantes. Poder lograr que un niño piense desde el lugar del otro es una
meta importante.
El de Soutullo es un intento serio de justificar el ajedrez desde una
óptica piagetiana, al que volveré mas adelante. Antes de seguir debemos saber
que hay un antecedente muy importante en el sentido de estudiar el pensamiento
ajedrecístico desde un enfoque constructivista.
Entre 1980 y 1984 se desarrolló en Venezuela lo que se llamó Proyecto
Ajedrez. Un trabajo conjunto del Ministerio de Educación. y el Ministerio para
el Desarrollo de la Inteligencia.
La iniciativa surgió por parte del Ministro, Dr. Luis Alberto Machado,
quien sugirió la idea de que los procesos desarrollados a través del ajedrez
podrían ser aplicados a situaciones extra-juego, en calidad de transferencias.
El principal marco teórico del Proyecto Ajedrez tiene su origen en el trabajo
sobre “La Formación del Pensamiento Ajedrecista” (Edelmira García La Rosa,
1979), realizado en la Universidad Central de Venezuela.
¿Existe un pensamiento ajedrecista? Veamos que dice Edelmira Garcia La
Rosa, coordinadora del proyecto y su investigadora principal.
“El pensamiento ajedrecista no revela sólo el aprendizaje o la práctica de
un juego social, es además, una forma de pensamiento que surge por intermedio
de las vías de aprendizaje y práctica, que alcanza niveles de abstracción
crecientes y evoluciona paralelamente al pensamiento habitual Se requiere decir
que el pensamiento ajedrecista evoluciona en un continuo de seis edades. Cada
edad está conformada por cinco categorías de variables, las cuales se
diferencian unas de otras por la transformación cualitativa y paulatina de las
variables categorizadas, desde el nivel más rudimentario hasta el mas complejo
o, en otros términos, desde su ausencia, nacimiento y noción final”.
Mas allá de entrar en la discusión de si existe un pensamiento ajedrecista
que evoluciona paralelamente o no, el intento de trazar una evolución posible a
través de variables como nivel de interacción, función y formación de ideas,
pensamiento estratégico, noción de espacio y noción de tiempo, es muy valioso
en términos de poder hacer alguna aproximación teórica por fuera de las
investigaciones psicométricas de los neo-conductistas, también presentes en el
trabajo citado.
Este estudio de los efectos del ajedrez sobre una muestra de estudiantes
venezolanos, concluía diciendo que “El ajedrez metodológicamente impartido
parece ser u sistema de incentivos suficientes para influir positivamente en la
inteligencia humana normal. El pensamiento ajedrecista se basa en procesos
estratégicos transferibles a soluciones extra-juego. La transferencia de
procesos ajedrecísticos requiere inducción, toma de conciencia y práctica
sistemática para la permanencia a largo plazo. El ajedrez ha tenido muchas
definiciones a través de la historia, se le ha examinado como un arte, una
ciencia, un deporte, un entretenimiento. Aquí se concluye que el
ajedrez es un ejercicio mental de procesos estratégicos, en forma de juego”
Resulta interesante, de la conclusión anterior, el concepto de toma de
conciencia, que nos sitúa en lo que Piaget llamaba “toma de conciencia de sus
conductas”, en función de observables registrados tanto sobre los objetos
(resultados de la acción) como sobre los movimientos del propio sujeto. Lo que
Piaget describe en “La Toma de Conciencia” (Morata,1974) se asemeja, en teoría,
a lo que puede ocurrir cuando un niño juega al ajedrez.. Si bien las
experiencias en las que se basa son precisiones de las acciones sobre objetos
(lanzamiento con honda, choque de bolas, etc), cuando llega a la toma de
conciencia de la seriación dice “En el caso de las acciones particulares de
naturaleza causal, su acierto precede, generalmente, a su toma de conciencia, y
la conceptualización que esta última constituye (y que comienza a partir de los
resultados del acto) es a menudo deformante, porque está sometido a ideas
preconcebidas, que influyen en la lectura de los observables actuales. En
cambio, las coordinaciones que llevan a corregir esa lectura conceptualizada y
rebasarla en el sentido de la explicación, sacan sus elementos de salida de las
coordinaciones generales de la acción, por una abstracción reflexiva cuyos
orígenes pueden escapar a la conciencia, interviniendo, en desquite, en las
reorganizaciones reflexivas a las que esa abstracción y esas coordinaciones
llevan.” El análisis de estos conceptos excede holgadamente la pretensión de
este trabajo, pero constituyen un aspecto interesante del problema, y un
posible abordaje del mismo.
Volviendo al trabajo de Soutullo El Ajedrez en la Escuela, y en
cierta medida relacionado con lo anterior, veamos la definición que este hace
noción. “Podemos definir el término noción como una estructura en la que se
insertan los contenidos que se aprenden o elaboran. También se relacionan con
las nociones las habilidades que el niño utiliza en el juego. El desarrollo de
las nociones que tienen que ver con el ajedrez marcan la evolución en el nivel
del juego. Por otra parte debemos pensar que la evolución de las estructuras se
produce a través de crisis que ocurren en las ideas que el niño posee y que al
ser realizadas en la práctica no dan los resultados esperados. Por ejemplo, si
un alumno juega a comer y su rival luego de unas jugadas le da jaque mate, esta
experiencia repetidas varias veces hará entrar en crisis la idea de que lo
importante es comer y comenzará a aparecer la nueva idea de que lo importante
es dar jaque mate. Este proceso demostrado en algo tan importante como el
objetivo del juego debe ser repetido con prácticamente todas las ideas que
maneja el niño en el juego.”
Soutullo define cinco nociones o estructuras que para él forman parte en el
proceso analítico del juego. Estas son:
v
v Noción de objetivo del juego.
v
v Noción del análisis de la posición.
v
v Noción de la relación entre las piezas.
v
v Noción de la percepción del movimiento del oponente.
v
v Noción de la percepción del tablero.
Al igual que en el trabajo venezolano de Edelmira García La Rosa selecciona
alguna variables y las estudia a través de su desarrollo evolutivo. Las
nociones propuestas son estudiadas a través las etapas que atraviesa el
alumno en su aprendizaje del juego, la del mover las piezas, la de capturarlas,
la de hacer jaque mate y la del equilibrio.
Aquí podríamos objetar estas etapas, sugerir algunas intermedias, como
cuestionar las seis edades en la que García La Rosa divide la evolución del
pensamiento ajedrecista. Pero parece más interesante comparar lo que ambos
autores han considerado relevante a la hora de estudiar la influencia del
ajedrez en los niños.
Recordemos las variables que elegía la autora venezolana:
v
v Nivel de interacción.
v
v Función y formación de ideas.
v
v Pensamiento estratégico.
v
v Noción de tiempo.
v
v Noción de espacio.
Podríamos decir que existe una relación entre su nivel de interacción, que
va del egocentrismo a la comunicación recíproca en al análisis de problemas, y
la noción que los chicos poseen de cuál es el objetivo del juego. Seguramente
la interacción se plantea en términos desiguales cuando juegan con distintos
objetivos, como cuando manejamos rudimentariamente un idioma y debemos hablar
con una persona cuya lengua natal sea ese idioma. La interacción que puede
plantearse en ambas situaciones es muy precaria.
La función y formación de ideas venezolana evoluciona desde la construcción
de modelos de acción interna, representaciones estáticas, representaciones
dinámicas, pensamiento reversible, pensamiento sistemático y combinatorio hasta
el pensamiento formal. Creo que seria forzado suponer que la noción del
argentino Miguel Soutullo de Análisis de la Posición hace referencia a lo
mismo, ya que para él es una noción que va de lo simple a lo complejo, que es
una especie de puerta de entrada ya que está muy ligada a los contenidos
propios del ajedrez, y cada contenido se incorpora a su análisis a través de
esta noción. En este caso parece que hay pocos puntos en común entre ambos
conceptos.
El pensamiento estratégico de Edelmira La Rosa hace referencia a la
capacidad del individuo de planificar su acción. En este caso la variable
elegida la podemos relacionar con varias de las nociones de Soutullo, pues para
poder planificar hace falta poner en juego una completa percepción de la
relación entre las piezas, una clara percepción de los movimientos del oponente
(los mejores, sin la ingenuidad inicial) y una objetiva percepción del tablero.
La percepción del tablero y
la noción de espacio son conceptos muy similares, y ambos hacen referencia a
como es percibido y construido el espacio, primero en forma restringida a la
zona donde hay algún interés especial, para ir evolucionando hasta tener una
completa noción de la posición espacial. Podría pensarse que el tablero se va
construyendo a medida que los elementos concretos que lo ocupan, las piezas, se
van desplazando sobre él, como dándoles sentido al convertirse en su camino,
colaborando en su construcción al pasar y ocupar sus casillas.
La noción de tiempo,
fundamental por su particular alternancia en el ajedrez como en otros tantos
juegos, se va construyendo, desde su ausencia hasta tener una noción de tiempo
reversible. Lo mas parecido a esto que encontramos en el trabajo argentino, es la
percepción del movimiento del oponente. Quizás sea aquí donde más se patentice
la diferencia que existe entre un trabajo de investigación, a escala
ministerial, con las exigencias que eso implica, y una obra surgida de la
práctica de años, surgida de la práctica en el aula y el contacto constante con
alumnos. Soutullo describe perfectamente lo que vemos en nuestra práctica
cotidiana. Dice “En un primer momento realiza su movida sin pensar lo que
responderá su rival. Luego percibirá la respuesta si ésta está relacionada con
una captura. Luego piensa la movida del rival relacionándola con una propia,
pero subestimando la jugada del rival. Luego va dándole mas lógica al
movimiento del otro, para finalmente poner la misma rigurosidad lógica en la
movida propia con la del oponente, dejando de suponer que el otro va caer en
una simple celada.
La posibilidad que ofrece el
ajedrez de poder anticipar las jugadas, tanto propias como del otro, lo
convierte en un ejercicio constante del pensamiento anticipador. De hecho,
jugar bien al ajedrez significa poder calcular el mayor número posible de
jugadas, poder viajar en el tiempo hacia adelante, poder prever nuevos
escenarios, que re-signifiquen el valor y la ubicación de las piezas en esa
futura posición.
La construcción teórica que
requiere una experiencia educativa innovadora, como el caso del ajedrez
escolar, no se hace de la noche a la mañana. Debe ser el producto de un
esfuerzo importante, en el que estamos dando los primeros pasos.
Este trabajo no pretende dar
una justificación cerrada de lo que es, ni de lo que debería ser el ajedrez en
la educación. Apunta a mostrar algunos desarrollos teóricos que podrían ser
profundizados, o que al menos nos debería servir de disparadores para poder
pensar la cuestión. Los dos analizados son excelentes modelos de una visión
constructivista del ajedrez escolar.
El valor formativo del
ajedrez, mas allá de la opinión que podamos tener quienes lo enseñamos, está
reconocido en el Diseño Curricular de 1981. Al hablar del conocimiento como
aprehensión de estructuras, en su enfoque psicopedagógico, parágrafo 3.3. dice
“Los fenómenos de la realidad están relacionados de algún modo, siguiendo
determinadas leyes. Es decir, forman estructuras, que, si bien pueden
parcelarse en un momento del proceso del conocimiento para su mejor estudio
(análisis), deben ser aprehendidas como totalidades. Conocer algo significa, en
primer lugar, tomar conciencia de esas relaciones, definirlas, reconocerlas en
múltiples casos. Reconocer, en fin, qué conservan cuando se transforman y qué
cambia en lo que conserva. El ajedrez, juego de gran valor formativo, brinda
un buen ejemplo de lo dicho: una partida es una estructura móvil regida por
un conjunto de reglas. Quien la observe podrá ir descubriendo esas reglas, si
toma en consideración las múltiples relaciones establecidas sobre el tablero
(unidad espacia), durante un determinado lapso (unidad temporal). En cambio, no
podrá lograr lo mismo quien tenga una visión aislada de cada movimiento. Así
es, por otra parte, como juegan, por razones evolutivas, los niños hasta
aproximadamente los 8 o 9 años. Cada movida vale por sí misma, para comerle la
pieza al otro. .............Pero en la medida en que se facilite su acceso
al juego, se verá también facilitado el proceso de maduración, la reflexión
sobre su actividad, la coordinación de las relaciones y, en última instancia,
el aprendizaje. Estas consideraciones acerca de la índole del conocimiento
valen como sustento de un enfoque didáctico básico para todas las áreas del
currículo: desde el aprendizaje de las operaciones aritméticas, hasta la
comprensión de los procesos históricos, desde la definición de sistema
biológico hasta la aprehensión de las estructuras del discurso lingüístico.”
La ficción orientadora de
dar un sustento teórico a nuestra actividad, de poder tener alguna base
científica para nuestros supuestos ya está presente. Tenemos la firme
convicción de que nuestra tarea es beneficiosa para la población que la recibe
y para su entorno. La realidad nos lo demuestra cada vez que convocamos a
participar de alguna actividad (torneos, simultáneas en la vía pública, etc.)
logramos una masiva concurrencia. Padres y equipos de conducción también
perciben que esta actividad es significativa para el desarrollo de los niños, y
nos lo hacen saber constantemente..
Esperamos poder seguir
estudiando y trabajando sobre el tema para poder profundizarlo.
Daniel Justel
BIBLIOGRAFÍA:
v v PROYECTO AJEDREZ, Estudio
de sus efectos sobre una muestra de estudiantes venezolanos, Edelmira García
La Rosa, Ministerio de Educación de Venezuela Ministerio para el desarrollo
de la Inteligencia de Venezuela, Caracas 1984
v v EL AJEDREZ EN LA ESCUELA,
Miguel Soutullo, Ed. Novedades Educativas, Buenos Aires 2000
v v LA TOMA DE CONCIENCIA,
Jean Piaget, Ed, Morata, Madrid 1976
v v LA INVENCIÓN DE LA
ARGENTINA, Historia de una idea, Nicolás Shumway, Ed. Emece, 1993
v v “ORIENTACIÓN EDUCATIVA”
RECREANDO ESTRATEGIAS EN EL 2000, Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, 2000
v v TALLER DE AJEDREZ, una
propuesta de trabajo, Gustavo Aguila, Marcelo Reides, Marisa Calello, Ed
Siete Colores, Buenos Aires, 1993.
v v LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DE
LA REALIDAD, Berger yY Luckman, 1966.
v v EL AJEDREZ Y EL
RAZONAMIENTO INFANTIL, Eduardo Carrancio, Administración Nacional de
Educación Pública de la República Oriental del Uruguay, 1994
v v DISEÑO CURRICULAR,
Secretaría de Educación M.C.B.A., 1981
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