Para nosotros, el juego de ajedrez es una herramienta para que los alumnos ejerciten su capacidad de analizar racionalmente, para que aprendan a pensar desde el lugar del otro, del contrincante, y asuman las bondades o defectos de cada jugada, por haber sido ésta, una decisión propia.
De esta manera, con el ajedrez escolar, esencialmente diferente del ajedrez deportivo, intentamos convertir al tablero y a las piezas en un universo para la toma de decisiones.
Al ser un juego donde casi no interviene el azar, no es posible aducir mala suerte, o que la distribución inicial de fuerzas ha sido inequitativa. Cada vez que el niño toma la determinación de hacer tal o cual jugada, pone en marcha funciones inherentes a la inteligencia, como comprender e inventar.
¿Qué es lo que un chico que está jugando tiene que comprender?
Esencialmente los planes que tiene el otro, qué objetivos persigue con sus jugadas. Por supuesto que esta tarea no es sencilla, que no se dá espontáneamente. Es fruto de un paciente trabajo, donde a medida que se van incorporando nuevos contenidos, éstos pueden tanto ser utilizados a favor o pueden ser anticipados en los planes del contrincante.
¿Qué es lo que un chico que está jugando al ajedrez tiene que inventar?
En principio tiene que inventar un plan de juego, tiene que pensar una serie de jugadas con un sentido, de la misma manera que cuando dicen una frase, las palabras tienen que tener relación entre sí para que tengan un sentido. Las jugadas en ajedrez tienen una estructura similar a la de las palabras.
Ferdinand de Saussure, cuando hace un paralelo entre el sentido que toman las palabras dependiendo de su ubicación dentro de una frase, lo asemeja a la relación que toman las piezas en una partida de ajedrez cuando interactúan entre sí, y de la misma manera que, si quitamos una palabra la oración cambia de sentido, si quitamos una pieza del tablero, cambiamos todo el sentido de la posición.
Creemos que el trabajo que realizan los alumnos mientras juegan al ajedrez es descifrar el sentido de la posición, realizar operaciones evaluando la cantidad de material que hay sobre el tablero, mantener un estado de concentración necesario para no perder la hilación de la partida, y ejercitar su memoria, porque en el ajedrez los errores tienen un carácter eminentemente constructivo.
Más allá de que estamos ante un juego donde cada uno es responsable de sus actos, y su único beneficiado o perjudicado, podemos pensar al juego desde el lugar de la socialización. Hemos observado en varias oportunidades que en escuelas donde se manifiestan altos niveles de agresión, la introducción de un elemento que sea capaz de canalizar estos impulsos a través de un juego simbólico, logra transformar esta agresión en agresividad simbolizada.
Al considerar beneficiosa la práctica del ajedrez por el tipo de pensamiento estratégico que desarrolla el niño durante la partida, no debemos limitarlo a los que juegan mejor, como sí lo hace una entidad deportiva.
Si el ajedrez escolar es beneficioso para los chicos, todos deben acceder a él. Y la principal característica del ajedrez escolar es llegar a que todos salgan de la escuela teniendo las herramientas necesarias para poder jugar una partida, o poder analizar una situación de la vida diaria con una razonamiento lógico.